SOS TIERRA
Es curioso ver como la Cumbre del Clima, el tanto esperado “amigable encuentro mundial” y sobre todo el más importante para la preservación y conservación del planeta y de la vida que él alberga, ha pasado a ser un gran escenario teatral donde cada país intenta esquivar los proyectiles al más estilo “matrix”.
Lo peor es que ahora nos damos cuenta que siempre ha sido así. Las grandes empresas generadoras de contaminantes y sus gobiernos cómplices no han hecho más que ocultar y desviar las miradas hacia otro adversario.
Es normal, que como ciudadanos nos sintamos defraudados no solo por nuestros mismos gobiernos sino también por la burla que supone una cumbre mundial aparentemente seria y responsable, pero que al fin de acabo no supone más que la enésima pantomima puesta en escena.
Desde luego no se puede negar la evidente y tangible falta de voluntad de los gobiernos y empresas mundiales en querer poner sobre la mesa una solución eficaz y real.
La mayor parte de los compromisos medioambientales adoptados por los singulares gobiernos están enfocados hacia campañas de concienciación social.
Medidas de poco impacto resolutivo y efectivo, que de hecho se han demostrado poco eficaces además que insuficientes para frenar el cambio climático irreversible que nos atiende.
Utilizar el transporte público en vez del coche privado, disminuir la utilización del plástico, etc. son buenas ideas, pero los hechos nos demuestran que la escasa acogida de estas campañas no está suponiendo una disminución efectiva del CO2 en la atmósfera.
Más cuando por otro lado la excesiva producción y consumo de energía e industria sigue aumentando a un ritmo absurdo, y de consecuencia también la contaminación que estos sectores provocan.
Según las estadísticas, aproximadamente el 13% de emisiones totales son ocasionadas por la utilización de coche privado. Aunque es una cifra impresionante e igualmente inaceptable, no llega al escandaloso 71% de las emisiones globales que producen un centenar de empresas señaladas por el informe The Carbon Majors Database, publicado por CDP (Carbon Disclosure Project).
Incluso, en la hipotética situación en la cual se eliminaran las emisiones del coche privado, esta disminución sería insuficiente para frenar el cambio que se teme irreversible al finalizar el punto de no regreso, estimado en un año. Ya que, recordemos sería solamente el 13% de las emisiones totales. Lo peor es que ni ésto es factible.
No se puede negar que las emisiones del coche privado están muy lejos del 71% de emisiones que causan estas ya 100 famosas empresas, ni tampoco se puede negar que eliminar radicalmente el 71% de las emisiones globales sí que frenaría el cambio climático y el mundo tendría otra oportunidad. Ahí os dejo con la reflexión.
Lo sorprendente es que los gobiernos insisten con estas campañas como si los ciudadanos fueran la causa y al mismo tiempo la solución del problema. Nos indican a nosotros como irresponsables y desconsiderados con el ambiente. Exceden con campañas para la recolecta diferenciada de la basura, cuando el sector para la eliminación de residuos supone aproximadamente el 4% de las emisiones totales, por poner un ejemplo. Aunque el 4% aporta una considerable contaminación, siempre se queda lejos del 71% de emisiones que causan las ya famosas 100 empresas más contaminantes.
Sin contar que el reciclaje de residuos renovables no es privo de emisiones contaminantes, ya que es el proceso de transformación de estos materiales hasta su nueva utilización lo que origina el mayor porcentaje de contaminación.
Recordemos que una vez recogida la basura esta se divide para su eliminación (4% emisiones) o para su transformación en nuevos objetos.
Pero es precisamente en éste último proceso de transformación en el que se produce la mayor emisión de CO2. El tratamiento que se da a estos materiales renovables produce emisiones igualmente contaminantes para la atmósfera. Por ejemplo, en el tratamiento del plástico “renovable”, una vez separado, triturado y lavado, se procede a su fundición, para transformarla maleable, proceso industrial contaminante que forjará los nuevos objetos.
Por lo que el gesto admirable de separar y seleccionar la basura que hacemos los ciudadanos cada día, no ayuda propio a la eliminación de contaminantes en sí, más bien ayuda a la empresa a ahorrar económicamente en el proceso de separación de materiales. Es decir, el problema no son los residuos, sino la cantidad de ellos.
Se producen demasiados objetos, se fabrican demasiadas cosas, y es precisamente en ese proceso de fabricación donde se producen los mayores contaminantes, que como sabemos son los energéticos e industriales.
¿Qué sentido tiene no utilizar las pajitas, si por otro lado seguimos comprando millones de teléfonos móviles, cuya desproporcionada producción, innecesaria e superflua está produciendo un daño al planeta irreversible? Sin embargo cada año queremos el nuevo modelo de moda, más “tecnológico” y más caro, por cierto.
Por su lado las empresas “colaboran” fabricando a posta móviles con una corta duración prevista para provocar un mayor consumo. Si las cosas las hicieran para que durasen más tiempo, no tendríamos necesidad de comprar tanto, y de consecuencia evitaríamos generar los contaminantes que causa la producción de nuevos objetos, (recordemos que incluso si estos son renovables su transformación a un nuevo objeto produce emisiones contaminates). Ahora los móviles, por ejemplo, empiezan a dar fallos después de dos años o menos. ¿Porqué? Y esto ocurre con todos los productos, electrodomésticos, etc. ¿Es que no existe la tecnología para hacerlos durar más tiempo?
Aún con esto, parece que los ciudadanos somos la causa, como también la solución. Según ellos con solo adoptar estos consejos de consumo el problema desaparecería. Parece fácil, podríamos incluso probar, y de hecho lo estamos haciendo. Lástima que este compromiso social no termina de hacerse real, global, ni menos eficaz. ¿No es otra manera de desviar el tiro del que tiene realmente el poder para cambiar esta situación? Remedia el que puede hacerlo, el que tiene los instrumentos y el poder para decidir, y se ha demostrado ampliamente que nunca lo han tenido los ciudadanos, aún si tienen buena voluntad.
Tendríamos que recordar a nuestros gobiernos que nosotros, las personas que hoy ocupamos este mundo, hemos nacido en una sociedad ya encauzada en un modelo de desarrollo, que por cierto han decidido otras generaciones. Generaciones que evidentemente han cometido errores y muy graves y que junto con los nuestros llevarán a las futuras generaciones a pagar las consecuencias.
El hecho es que nos encontramos en una sociedad en la cual nos han impuesto la adquisición y la utilización de los coches, combustible contaminante, plástico y tecnología. Y la verdad es que sin éstos, ya no podemos imaginar la vida. Por lo menos, no en una sociedad tan compleja y dinámica como la que hemos desarrollado hasta ahora.
¿Cómo podríamos corresponder a las exigencias personales y sociales adquiridas sin el coche, el plástico y las nuevas tecnologías? No creo que sea necesario justificar la utilización del coche, el plástico o el móvil en la vida actual. Todos ellos son imprescindibles para trabajar y vivir en esta sociedad, y sin duda, aunque quitemos las bolsas, pajitas y vasos mono-uso de plástico, seguiremos rodeados de materiales igualmente plásticos y contaminantes.
Eliminar el plástico en nuestro cotidiano sería algo impensable. Sería un retroceso económico y social tan grande que ningún gobierno está dispuesto a asumir. Y nosotros, ciudadanos, ¿estamos dispuestos a prescindir del progreso que ha supuesto el plástico y las tecnologías? La absurda verdad con la que nos encontramos delante es que nosotros como humanidad no queremos frenar el proceso económico y social, ni mucho menos echar marcha atrás.
Lo terrible es que por este obsesionado deseo de tener más dinero y poder, la humanidad avanza sin un rumbo preciso, sin un horizonte claro y sin unas razones válidas ni seguras donde consolidar su frenético empeño. De vez en cuando nos paramos en una cumbre como la de septiembre 2019, a mirar el desastre que estamos creando a nuestro alrededor, pero no parece importarnos demasiado, porque apenas terminado no se concluye en nada efectivo ni resolutivo.
Recordemos que el plástico es un polímero derivado del petróleo. Un material combustible fósil cuya combustión genera CO2, y por lo que se ha demostrado ser la causa principal de la destrucción de los ecosistemas y del cambio climático, y por tanto el motivo por el cual nuestro planeta y nuestra misma existencia está seriamente amenazada.
Lo que no se explica es que sabiendo ésto ya de tiempo y teniendo otros recursos alternativos más respetuosos con el medio ambiente, como lo son por ejemplo los polímeros de base vegetal con similares propiedades mecánicas al polímero derivado del petróleo, ¿cómo es que continúa la explotación lucrativa del petróleo todavía hoy en día y encima bajo la mirada cómplice de las potencias mundiales?
Algunos podrían decir que los polímeros sintéticos provenientes del petróleo son más resistentes, ligeros y duraderos, pero sobre todo son económicos, no olvidemos este detalle, porque sin duda es este el aspecto que prevale.
Hoy día es imposible prescindir del plástico, pero no sólo por su utilidad demostrada, sino por su incuestionable importancia económica. El consumo y de consecuencia la industria del plástico ha sido la industria de mayor crecimiento en el último siglo, pero de consecuencia también el mayor responsable junto con el sector de la energía, de las emisiones de GEI. (GasesEfecto Invernadero)
Por otro lado siempre han existido recursos alternativos, tanto en polímeros y combustibles como en energías renovables y respetuosas con el medio ambiente, el hecho es que no han tenido una acogida y un soporte por parte de los gobiernos y de las empresas.
En pocas palabras, no se les han dado la oportunidad de desarrollarse ni de integrarse en la economía ni en la sociedad de manera efectiva y progresiva.
Nunca han tenido una posibilidad e incluso han sido activamente contrastados y marginados. Sin ir más lejos el caso de las bombillas IWOP de larga duración, un extraordinario invento español. Pueden durar décadas, garantizada 80 años se presume pueda superar los 100 años, existen ya desde el 2014, su coste es de poco más de 30 euros, además de que su consumo energético es mucho menor de las normales, solamente 3,5 W. Y como podemos observar no se venden en ningún negocio habitual, porque no es lucrativa para los comerciantes, solamente lo vende directamente el productor.
Y que decir de los coches eléctricos que están desde la lejana década de 1880. De hecho fueron muy populares, pero la posterior producción en masa de coches de gasolina más baratos y con un combustible aunque contaminante, más lucrativo, hizo dejar a parte los coches eléctricos, y podría poner más ejemplos.
Por cierto, no puedo continuar sin antes hacer un inciso a propósito de los coches eléctricos actuales; la recarga de sus baterías se realiza con energía eléctrica producida mediante materiales y fuentes contaminantes como son el carbón, metano, gas natural, nuclear o el petroleo.
Ahora bien, si el intento y la intención en cambiar a coches eléctricos era disminuir las emisiones de contaminantes a la atmósfera que producen los combustibles habituales para los coches, ¿cómo es que por otro lado utilizamos energía igualmente contaminante para su recarga, producción y mantenimiento?
Dejemos claro una cosa, aunque el coche eléctrico no emite contaminantes directamente a la atmósfera durante su funcionamiento, la producción de la energía eléctrica necesaria para su funcionamiento sí las emite y mucho. No olvidemos que el sector de generación de energía es el que más contamina.
Por lógica de los hechos, si utilizamos un medio de transporte que necesita energía eléctrica generada mediante procesos contaminantes, la debemos producir, y esto conlleva unas emisiones de CO2 igualmente contaminantes si no más. En España, por ejemplo, la electricidad que se utiliza para las baterías de los coches eléctricos supone unas emisiones de CO2 de 0,276 kg por kWh generado. Es excesivo.
Sin contar que la producción industrial del propio coche supone ya de por sí una contaminación por la utilización de plásticos derivados del petroleo y la energía que se necesita para su fabricación.
Además la falta de logística y la lentitud en proporcionar puntos de abastecimiento de recarga, hace que sea todavía imposible prescindir del coche por combustión. Lo que ocasiona un doble consumo inútil e innecesario, pero que de hecho resulta muy lucrativa a nivel económico.
Eso sin contar que el coste de un coche eléctrico puede suponer hasta 3 veces más uno de combustión de igual prestaciones. Además que también los descuentos por parte del gobierno para la adquisición de vehículos menos contaminantes son francamente ridículos si los comparamos con su precio.
Así desde luego, tanto las industrias productoras de vehículos eléctricos como los gobiernos no ayudan a que los ciudadanos puedan cambiar a un transporte menos contaminante. ¿No parece la enésima estrategia de consumo? Una novedad que se vende como una solución, pero que sin embargo es el mismo perro con diverso collar.
¿Os habéis dado cuenta de la manipulación de la publicidad a este propósito? Poco antes de la cumbre algunas empresas productoras de energía anunciaron noticias alentadoras para el planeta con el propósito de desviar las culpas y las responsabilidades hacia otro contendiente. Medidas que examinadas con atención no supone más que una lavada de imagen y no una efectiva solución.
Lo curioso es que esta estrategia de limpieza de imagen, (por otro lado, bien conocida y utilizada en política y marketing), a sido adoptada últimamente por muchas empresas a nivel publicitario. Desde sectores como el automovilístico hasta el alimenticio.
Son las llamadas campañas publicitarias con la pegatina verde, anuncios que prometen un compromiso ambiental por parte de la empresa publicista, pero que en realidad sólo son la enésima estrategia de consumo y marketing. Con sólo poner una pegatina verde a su anuncio, (incluso literalmente un envase o diseño verde), parece que se adhieren “al compromiso global” de proteger el planeta.
Cuando en realidad la empresa no tiene una efectiva logística para reducir su impacto medioambiental o es tan escaso e ineficaz que su propuesta resulta cuanto menos ridícula y una tomadura de pelo. Sólo utiliza el auge y “la moda” que está suponiendo la concienciación social sobre este argumento, para incrementar su popularidad y acogida comercial.
Es decir utiliza esta crisis a su provecho y lucro. Lo más sorprendente y absurdo es que estas publicidades están obteniendo la aceptación y el aplauso de los consumidores, que cegados de su buena voluntad, ven este gesto (es decir la pegatina verde, etc.), como un hecho que demuestra su aportación efectiva a la causa, sea por parte de la empresa, que por parte de los consumadores que lo compran. ¡Cómo somos fácilmente manipuladas las personas!
Si tanto queremos proteger nuestro planeta, ¿porqué no se han desarrollado e integrado fuentes de energía renovables como son la solar, eólica, hidráulica, geotérmica, mareomotriz, la llamada energía azul y combustibles respetuosos con el ambiente? Existen desde hace mucho tiempo, no hay excusas.
La motivación es clara y evidente, los coches eléctricos a energía renovable, por ejemplo solar, casas auto-suficientes, productos más resistentes, de alta duración, etc. ofrecerían mayor independencia y autosuficiencia a la población, lo que supondría un consumo menor de energía y de productos industriales.
Este hecho ocasionaría una disminución enorme de los beneficios lucrativos que sin embargo, hoy día obtienen las industrias generadoras de energía y productos comerciales. Es decir, la economía no proporcionaría tanto dinero y poder a esas privilegiadas personas que ahora lo tienen, personas que representan estados y empresas.
Evidentemente estas alternativas más respetuosas con el medio ambiente son más caras a corto plazo para las empresas, necesitan investigación, desarrollo e integración. Una inversión de dinero y tiempo que los gobiernos y las empresas no han querido afrontar, ya que siempre ha prevalido el afán de la ganancia rápida.
A este punto, reconozcamos un hecho que es manifiesto: las empresas y gobiernos están formadas por personas, y como tal están principalmente movidas por sus intereses y ambiciones personales. Hoy realizan un trabajo, mañana puede que sea otro, por lo que ven ese momento profesional en su vida como una oportunidad más de ganancia personal.
Seamos al menos sinceros y no hipócritas. No realizan ese trabajo por el bien común o por el prójimo, la verdad es que no se cuestionan moralmente las consecuencias de sus decisiones, porque si fuera al contrario el mundo funcionaría de otra manera y no existirían las injusticias e incoherencias tan evidentes con las cuales tenemos que convivir. La cruda y brutal realidad es que no les interesa pensar en el futuro de las próximas generaciones, porque si fuera al contrario el mundo no estaría al borde del precipicio como lo está ahora.
Esta imposición de anteponer la ganancia inmediata como objetivo principal y prioritario es el motivo por el cual estamos en la situación de hoy, la incapacidad de una comunidad mundial en hacer frente a un cambio climático irreversible que determinará y comprometerá el futuro de la existencia humana y del entero planeta.
Ahora bien, paremos un momento a razonar; visto las consecuencias tan graves y definitivas que representa esta situación, (no subestimemos que es una verdadera amenaza para todo tipo de vida incluso para la nuestra como especie y del entero planeta), la solución más obvia que nos viene en la mente a toda persona sensata es frenar inmediatamente esta situación, con todo tipo de instrumentos y recursos lo antes posible, incluso si supone un retroceso en las actividades industriales y energéticas mundiales. ¿A caso, no lo vale? Pues al parecer, no lo suficiente.
Reconozcamos una cosa, somos una especie que ha demostrado una pretensión tal que ha sido capaz de anteponer sus intereses puramente personales y materiales a la vida misma, incluso la humana. No es necesario recordar como la violencia ha sido utilizada como instrumento de poder, control y ganancia contra los ecosistemas del planeta, la vida animal y también la humana. Bosques devastados, animales extintos, guerras, muerte y miseria.
Incluso ahora, a las puertas del 2020 tenemos que ser conscientes del coste que supone nuestro desarrollo: según la OMS/UNICEF en su informe de 2017, la falta de agua causa la muerte de más de 1,5 millones de niños, de los cuales, 340.000 niños menores de 5 años mueren cada año por enfermedades diarreicas asociadas a la falta y contaminación del agua.
Tiro así una pregunta que estoy seguro muchos de vosotros también os estáis haciendo. ¿Cómo es posible que en el 2020 todavía mueran personas por falta de agua? Sin duda no es por la falta de tecnología, (porque existen desde hace tiempo máquinas que producen agua potable incluso en el desierto) y dinero, porque de eso abunda en el mundo y mucho.
Por poner un ejemplo, ¿recordáis el incendio de Notre Dame? Esa misma noche Macron anunció una campaña para recaudar fondos para su reconstrucción. A la mañana siguiente y por tanto en menos de 24 horas se recaudaron más de 800 millones de euros.
Otro ejemplo, como es ya sabido, solamente la riqueza que tiene el Vaticano en oro, «sin contar» los tesoros de piedras preciosas, el patrimonial, el artístico, el desviado a patrimonios y cuentas privadas, l declarado y no declarado, podría quitar el hambre en el mundo por lo menos dos veces si no más.
El tesoro en oro del Vaticano se estima el segundo más grande del mundo detrás de EEUU. A la vista de esta noticia, una pregunta surge espontánea en la mente de todos nosotros, ¿alguno consideraría la Iglesia demasiado pobre si trata de subsistir con la mitad de su patrimonio actual? La respuesta es bien obvia y bien bochornosa.
A considerar, que el fuerte impulso económico de estos estados, más ricos, como son EEUU, China, Japón, el Vaticano, Alemania, etc. ha estado impulsado por sus riquezas adquiridas como sabemos con métodos del todo deplorables y cuestionables. ¿Debemos acaso recordar el abuso que han supuesto la esclavitud y las guerras, donde EEUU a cogido provecho? Del abuso y el saqueo che la Iglesia hizo después de la conquista de América y de las cruzadas, con la escusa de la religión? Alemania, ha tenido su mayor impulso económico después de la SGM, siendo el principal heredero junto con Polonia de la riqueza en oro, etc. saqueada a los judíos. Por cierto, son también los estados que más contaminan.
Evidentemente la situación en la cual nos encontramos es consecuencia de las decisiones que se han ido tomando por generaciones, lo peor es que no parece tener voluntad de cambiar a pesar de las consecuencias catastróficas anunciadas por los expertos, lo que nos hace a todos cómplices de este desastre.
Es manifiesto que en la sociedad que hemos desarrollado y en la cual vivimos, prevalen otros valores diversos a los de la preservación de las especies animales, de los ecosistemas naturales del planeta y de nuestra misma existencia.
Por cuanto el diálogo y la razón sea la mejor forma de lograr un cambio, la lógica nunca a hecho cambiar un sistema social. La historia por desgracia nos enseña que solamente con la violencia y la imposición se ha logrado cambiar el ritmo de una sociedad, y como podemos constatar también hoy, no siempre a mejor.
Los valores de la sociedad actual están basados sobre el dinero y el poder. La propaganda y el lucro desconsiderado siempre han sido los medios más fáciles para obtenerlos.
Recordemos que los sectores que han generado y están generando mayor contaminación han sido y son los de energía y la industria, sectores sin embargo, que sin duda han impulsado el desarrollo económico y social de todos los países del mundo.
¿Cómo podremos ser capaces de evitar lo inevitable si no estamos dispuestos a prescindir del avance que está suponiendo el consumo de la energía y la tecnología?
Ningún país está dispuesto a retroceder ni menos de seis meses, porque es consciente del retraso que supondría respecto al resto del mundo.
Pero seamos sensatos; estamos en una situación crítica, si de eso depende nuestra supervivencia como especie y la vida del entero planeta, no sería sensato, lógico y responsable parar nuestro avance hacia la destrucción, aún si conlleva un retroceso de incluso cien años. Acaso, ¿el planeta y la vida que en él habita no lo vale?
Al parecer no.
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